En el ámbito de la ética organizacional y el compliance, uno de los debates más relevantes es determinar si los individuos cumplen con las normas por convicción interna o simplemente para evitar sanciones externas. Esta diferencia no es menor, ya que impacta directamente en la sostenibilidad de los programas de cumplimiento y en la construcción de culturas corporativas sólidas.
El ejemplo cotidiano de la conducción:
El tránsito vehicular ofrece un terreno fértil para observar este dilema. Existen normas claras, cuya infracción acarrea sanciones concretas, como conducir bajo la influencia del alcohol o exceder los límites de velocidad y, al mismo tiempo, reglas no escritas o de difícil fiscalización que, aunque no contemplan multas, resultan fundamentales para la convivencia vial.
Algunos ejemplos:
- Doblar desde la segunda fila en una intersección congestionada.
- Usar el carril exclusivo de buses para avanzar y reincorporarse luego al flujo normal.
Estas conductas, aunque puedan parecer inofensivas, suponen en realidad un quiebre de equidad: quienes las ejecutan se “adelantan” a costa de aquellos que respetan las normas y esperan pacientemente.
La analogía con la vida diaria:
En un supermercado, en un banco o en cualquier fila de atención, sería inaceptable que alguien se “colara” delante de los demás. La mayoría de las personas reaccionaría de inmediato frente a esa transgresión. Sin embargo, en el tráfico muchos no reconocen la misma falta de respeto. La explicación es clara: cuando no existe una sanción asociada, las conductas éticamente cuestionables tienden a relativizarse.
Paralelo con el mundo corporativo:
En el ámbito empresarial ocurre lo mismo. Los colaboradores suelen ser extremadamente cuidadosos con aquellas obligaciones cuyo incumplimiento puede generar sanciones regulatorias, financieras o incluso penales. No obstante, en áreas donde el riesgo de sanción es bajo, como la transparencia en la gestión de conflictos de interés, el uso responsable de los recursos corporativos o el trato respetuoso entre colegas, las normas son vistas como “opcionales”.
Esto revela un problema estructural: el cumplimiento basado únicamente en la sanción es frágil, pues depende de la presencia constante de un vigilante o de un castigo tangible. En cambio, el cumplimiento por convicción genera culturas resilientes, donde los valores éticos son incorporados a la identidad de la organización y sostenidos incluso en ausencia de supervisión.
El desafío de los programas de compliance no es solo diseñar controles y sanciones, sino formar conciencia. Se trata de lograr que las personas entiendan que respetar la “fila” , sea en el tránsito, en un supermercado o en una organización, es un acto de respeto hacia los demás y hacia sí mismos.
En definitiva, la efectividad de un sistema de compliance se mide no solo en la reducción de sanciones, sino en la capacidad de consolidar una cultura donde se cumple porque se cree en lo correcto, no porque se teme a lo incorrecto.
Verónica Espósito, Legal & Compliance Manager en Porsche Chile.