

El Compliance se ha convertido, cada vez más, en parte integral del día a día de las empresas. Aquello que hace no mucho parecía una utopía reservada para grandes corporaciones, hoy se consolida como una necesidad transversal en todos los sectores. Lejos de ser una moda, es una herramienta esencial para garantizar el cumplimiento normativo, fomentar la ética organizacional y construir una cultura sólida que permita la sostenibilidad en el tiempo.
En sectores como el farmacéutico, que podríamos definir como “súper regulados”, el cumplimiento normativo no puede limitarse a una obligación legal. Se trata de una responsabilidad ética con los pacientes, con los profesionales del sector y, por supuesto, con la sociedad. Pero más allá de cumplir con la norma, el verdadero reto es lograr que el Compliance sea parte del ADN de la organización y no simplemente un requisito más por cumplir.
Desde mi experiencia liderando un Departamento Legal y de Compliance, he constatado que el primer paso no debe centrarse únicamente en redactar políticas o diseñar procedimientos. Muchas veces, las organizaciones caen en el error de producir distintos documentos que terminan archivados, sin mayor seguimiento ni utilidad práctica. Se cumple con el checklist y se proclama con orgullo tener un sistema robusto de cumplimiento… al menos en el papel.
En línea con lo expuesto anteriormente, un ejemplo de máxima actualidad —ocurrido justamente el pasado 29 de abril— que demuestra con claridad la importancia de contar con un sistema de cumplimiento efectivo es la condena a una persona jurídica en el marco del caso Lava Jato en Perú. Por primera vez, se sancionó penalmente a una empresa por actos de corrupción. Este hito marcó un precedente contundente: las empresas no solo pueden, sino que deben responder penalmente cuando no previenen ni controlan conductas indebidas dentro de su estructura. Este caso evidenció la necesidad urgente de contar con sistemas de Compliance eficaces, capaces de detectar riesgos, prevenir delitos y proteger la reputación institucional. Hoy más que nunca, las personas jurídicas deben asumir un rol activo y responsable en la prevención de malas prácticas.
Este es, precisamente, el enfoque que debemos evitar: tratar el cumplimiento como un formalismo. El verdadero objetivo del Compliance es lograr que las normas se comprendan, se interioricen y se apliquen en el día a día de cada colaborador. Para eso, la formación continua es un pilar innegociable. Sin capacitación permanente, no hay cultura de cumplimiento posible. Como bien dicen algunos colegas del sector, es mejor ser profesor que policía.
Aquí es donde surge uno de los desafíos más importantes para los Compliance Officers: ganarse la confianza de todos los niveles de la organización. En muchas empresas, esta figura aún es desconocida o mal entendida. Por ello, es fundamental demostrar el valor que aporta al negocio, no solo como una barrera de control, sino como un facilitador de procesos, un garante de buenas prácticas y un promotor de la transparencia.
Una vez se establece esa confianza, los canales de comunicación —como los sistemas de denuncias internas (whistleblowing)— comienzan a cobrar verdadero sentido. Estos deben ser seguros, confiables y accesibles, para que cualquier irregularidad pueda reportarse sin temor a represalias. Así se fortalece la integridad organizacional y se impulsa un ambiente basado en la transparencia.
Por otra parte, no podemos perder de vista los nuevos desafíos sociales. Aspectos como los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) deben ocupar un lugar central en la agenda empresarial. En un sector como el farmacéutico, cuya misión está directamente vinculada con la salud y el bienestar, no hay espacio para prácticas como el greenwashing. La coherencia entre lo que se promueve y lo que se ejecuta es clave.
Después de todo lo expuesto, mi conclusión es la siguiente: “El Departamento de Compliance debería desaparecer.” ¿Por qué? Porque el verdadero éxito del Compliance no está en su existencia como departamento, sino en su integración total dentro de la organización. El día que cada colaborador actúe con integridad, conozca las normas y las aplique naturalmente, ese día el Compliance habrá cumplido su misión más ambiciosa: dejar de ser un área aislada y convertirse en una cultura compartida.
Juan Pablo Aros Amaya
Legal & Compliance Manager Meiji Pharma Spain.